El cáncer de pulmón es sin duda la principal causa de mortalidad por cáncer tanto en hombres como en mujeres; muy por encima de otras como lo son el cáncer de colon o el de mama. Aunque este dato pudiera parecer sumamente negativo, actualmente la investigación de este tipo de cáncer está viviendo una época de grandes avances; con resultados que se están viendo reflejados en los pacientes.
El 2016 ha sido un año revolucionario en el tratamiento de esta enfermedad. No habíamos tenido resultados tan importantes y que se tradujeran en una nueva estrategia desde las terapias dirigidas (como los inhibidores selectivos de EGFR y posteriormente de ALK).
Gracias a los resultados observados en los ensayos clínicos, estamos dando pasos agigantados que no implican ya únicamente minimizar la toxicidad asociada a la quimioterapia convencional. La personalización del tratamiento es cada día algo más cercano a un mayor número de pacientes.
Esto ha llevado la atención de la comunidad científica a resolver uno de los principales problemas asociados a las «terapias blanco»: la resistencia a los tratamientos. Este año se ha avanzado creando nuevos y más eficaces fármacos, se han descubierto nuevos mecanismos de resistencia que nos ayudarán a diseñar nuevas y más eficaces formas de combatirlos.
La estrategia ya no se limita a quimioterapia y terapias dirigidas; este año se ha integrado la inmunoterapia, cambiando así el paradigma de tratamiento que teníamos en 2015 para nuestros pacientes. El mecanismo de acción principal de la inmunoterapia consiste en estimular al sistema inmune de cada paciente, haciendo que sean sus propias células las que identifiquen y supriman el crecimiento del tumor. Varios estudios han mostrado resultados sumamente esperanzadores, implicando cambios en las guías de tratamiento a nivel mundial. Uno de los grandes retos que se asoman con esto, es poder definir claramente qué grupo de pacientes se beneficiará más de ella.
